Cuaderno de viajes de dos trotamundos del más coruñés de los barrios

martes, 9 de junio de 2009

Día 8: San Francisco

Un nuevo madrugón, un desayuno asqueroso en McDonald´s que estaba incluído en el precio del motel (y que quisimos aprovechar, de ratas), y emprendimos camino para cubrir una nueva etapa por el Oeste americano; que es otra forma de decir que tiramos millas hacia adelante. Tras tres horas desde Fresno llegamos, por fin, a San Francisco, a la que entramos por el Bay Bridge, sobre la bahía, con unas vistas maravillosas de la ciudad. Nos alojamos en un motel del centro, y comenzamos nuestra visita por Chinatown, el barrio chino por excelencia en todo el mundo: allí todo es para los chinos, incluídos los bancos, que tienen su publicidad en mandarín. Muy animada la zona, calle Grant y alrededores. Luego nos acercamos al corazón de la ciudad, Union Square, llena de tiendas de lujo (también está Zara, que no es de lujo, pero sigue queriendo aparentar, al menos en el extranjero...) y de yuppies. Muy bonita también. Luego recorrimos North Beach, el barrio italiano, con un montón de restaurantes del que elegimos uno pequeñito y muy cuco, recomendado por la guía Michelín y que resultó majete. Lo regenta un chica austríaca que conocía un poco España, al haber estado en Canarias, con la que departimos un buen rato al acabar de comer. Simpática. Después vino la obligada visita al Golden Gate, majestuoso, icono reconocible de mil películas de cine y que nos gustó mucho. Dimos un buen paseo hasta el centro del puente; no llegamos al final porque hacía un viento de mil demonios, y tampoco era cuestión de luchar contra él. Nos hicimos mil fotos, incluídas las de la mejor vista de San Francisco que se obtiene desde allí. Más tarde descubrimos, un poco por casualidad, una zona espectacular de la ciudad: Telegraph Hill, entre North Beach y el Embarcadero, una ladera de una de las muchas colinas de la ciudad llena de pequeñas y lujosas casas rodeadas de verdadero bosque, y comunicadas de arriba a abajo y a los lados por unas pasarelas de madera que le dan a la zona un aire rústico fabuloso; y que, seguro, incrementan su precio considerablemente. Finalizamos el día con una visita al increíble Fisherman´s Wharf, un centro comercial donde estaban los antiguos muelles de pesca, y del que tendrían que aprender todas las ciudades del mundo que quieren recuperar terrenos portuarios para sus habitantes. Empezando por la nuestra, evidentemente: sólo comparar el Centro de Ocio de El Puerto con lo que hoy vimos, dan ganas de llorar. Hay una tienda de memorabilia de cine que tira de espaldas, con fotografías de un montón de películas firmadas por todos sus protagonistas, como Star Wars, de la que tienen todo el merchandising imaginable, El Padrino, Supermán, Scarface, Watchmen; series de televisión como Perdidos... Para gastarse ahí el sueldo de toda la vida, en serio.
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En fin, que San Francisco, tal y como esperaba, y aunque sólo vimos los lugares más característicos, es una ciudad moderna y muy a la europea, como se puede leer en cualquier guía, pero sobre todo es una pequeña obra de arte urbana en un entorno natural absolutamente espectacular. La gente parece muy abierta, es tan educada como en el resto de Estados Unidos, y eso sí: sus calles más empinadas son tal y como se ven en el cine, auténticas paredes verticales. Y... ¡hace un frío de mil demonios! Hay una frase que se atribuye a Mark Twain que dice: "El invierno más duro que he pasado en mi vida fue un verano en San Francisco..."... y a fé que, por lo experimentado hoy, es bien cierta.
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Mañana comenzamos nuestra aproximación a Los Ángeles vía Big Sur, la carretera costera que serpentea entre Monterey y las playas cercanas al sur de California. Creo que es algo digno de ver, por las informaciones que tenemos. Y después vendrán Santa Mónica, Malibú, Hollywood, Sunset Boulevard...
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Ah, qué dura es la vida del viajero...

2 comentarios:

Silvia Catoira dijo...

San Francisco es precioso...

ElDeMonteAlto dijo...

Desde luego que lo es; pero... ¡qué frío!
;-)