Cuaderno de viajes de dos trotamundos del más coruñés de los barrios

domingo, 21 de junio de 2009

Mi conclusión: expectativas superadas

Vale, pues es la hora de las conclusiones, una semana después de haber regresado a casa. En primer lugar debo reconocer que ha sido, probablemente, el viaje de mi vida hasta el momento, aunque sólo sea por la duración del mismo y porque, lo quiera o no, he estado en algunos lugares que se consideran el centro del mundo, en algún sentido. Como dejo escrito en el título, todas mis expectativas se cumplieron con creces: pero aunque sospechaba antes de partir que iba a tener que tragarme algunos de mis prejuicios para con los norteamericanos, la realidad me sorprendió más de lo que esperaba. La gente ha sido, en general, lo mejor del viaje: increíblemente amables, atentos, superprofesionales en el sector de la hostelería y del comercio en general... Por ejemplo: en Nueva York una señora, negra y bastante mayor, con esa pinta de matrona que tienen en las pelis, nos vio dudar en el metro que llegaba a Coney Island y, sin habernos dirigido a ella, y sin tener ni pajolera de español, nos indicó con una educación sublime que era mejor que bajásemos en la parada anterior a la que habíamos previsto y que esperásemos al siguiente tren. Así lo hicimos, y nos ahorramos un buen paseo. Un tipo con pinta de hiphopero que tiraba de espaldas se desvivió por intentar averiguar, cerca del SoHo, dónde estaba el sitio que buscábamos para comer; incluso, después de haberse despedido, volvió sobre sus pasos para rectificar lo que nos había dicho e indicarnos mejor por dónde ir. En un autobús de San Francisco, que nos iba a llevar al Golden Gate, sólo admitían el pago en máquina con el importe exacto, 3 dólares los dos, como nos indicó educadamente el conductor; Carlos, que para estas cosas se pinta solo (como le dije varias veces durante las dos semanas, no sólo interactúa con el paisanaje, sino que se mimetiza con él, se convierte en indígena por unos días...), cogió el billete de 10 pavos que tenía yo en la mano y pidió change a los pasajeros del autobús en voz alta; pues saltaron en dos segundos cinco tipos ofreciéndonoslo, y una vez hecho, una pareja de ancianos, que nos preguntó de dónde éramos, nos ofreció su billete, que tenía una validez de cuatro horas más que el nuestro, para que lo aprovechásemos. Todo ello, tanto lo del cambio como lo de los ancianos, siempre con la mejor sonrisa en la boca. O la camarera que nos atendió en el desayuno también en San Francisco que nos rogó, tras comentarle cómo estaba el precio de la ropa en España, que fuésemos a comprar donde lo hace ella, en un comercio enorme de las afueras que se llamaba Factory 4 U, para que viésemos lo que era comprar barato... También los de la compañía Dollar, los que nos alquilaron el coche: a los 50 kilómetros de dejar Las Vegas nos reventó una rueda en la autopista, con tanta suerte que pudimos echarnos al arcén sin problemas; tras cambiarla, Carlos insistió en volver para que nos cambiasen de automóvil y para cantarles las cuarenta (insisto: interactúa como nadie), contra mi opinión, que prefería arreglarlo en un taller y seguir camino... Pues no sólo nos cambiaron el coche por uno de gama más alta, sino que nos pidieron disculpas efusivamente y no nos cobraron nada de más, pese a que antes habían insistido en que el seguro no nos cubría pinchazos ni grúa... En fin, podría seguir así hasta mencionar a todo el mundo con el que tuvimos contacto: personal del hotel y de los casinos de Las Vegas, cualquier comercio en Nueva York, empezando por NBA Store y terminando por el maitre del Sylvia´s en Harlem, atentísimo, o por el dueño del Carnegie Deli, que se fotografió con presidentes y estrellas de rock, y con nosotros, muy simpático; o el mejicano que departió con nosotros en el restaurante de Mulberry Street, en NoLiTa, educado hasta el extremo. O la dueña del italiano de San Francisco, una austríca que dejo a Carlos con algo de hambre pero que nos hizo una composición de la vida en la costa californiana que parecía una tesis de Turismo, muy atenta y muy profesional... La gente, sin duda, lo mejor. Pero también vengo enamorado de la ciudad de los rascacielos: Nueva York, y sobre todo Manhattan, es acojonante. Es increíble la sensación de caminar entre edificios de 60 plantas por lo menos, y aunque evidentemente y como todo el mundo había visto la ciudad un millón de veces en las pantallas de cine y de televisión, hay que vivirlo para experimentarlo como Dios manda. Y Central Park, que verdaderamente parece un oasis en medio de la jungla del asfalto; o el Puente de Brooklyn, que no tiene nada especial pero es tan iconográfico... El Village, un pequeño pueblo dentro de la gran ciudad, o el SoHo, superbullicioso; la 5ª Avenida, fabulosa, animadísima, aunque a mí me gustó mucho más Broadway, que es la única que atraviesa en diagonal la isla; y Union Square, la gran sorpresa para mí, una plaza con un mercado de frutas y flores espectacular y quizá la zona más animada de todo Manhattan. También me gustó pasear por Harlem, y sentirme extraño por unos instantes en medio de miles de personas de otra raza; no tanto por Brooklyn, no sé, demasiado distinto al resto de Nueva York, Fulton St. tenía pinta de ser demasiado barriobajera... Vale, en general comen bastante mal, pero he encontrado una pequeña justificación para ello: allí lo más básico, que es la comida y la vivienda, está a un precio exhorbitante. Entré en un par de supermercados, y casi me da un pasmo. Todo el mundo se queja de ello. En contraposición con la ropa, complementos, electrónica y ocio en general, que está mucho más barato para alegría de los turistas que llegan allí, sobre todo los europeos. Pues para ellos sin duda lo más barato, pero con mucha diferencia, es McDonald´s y similares, que como decía la camarera de San Francisco: 'Fast food, good food, and cheap. What´s the problem?' Si hubiese sabido un poco más de inglés le habría rebatido lo de good food, pero visto el precio de la alimentación en general, igual me dejaba sin argumentos...
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San Francisco también me encantó, está en un enclave natural, la bahía que lleva su nombre, asombroso, el área metropolitana es enorme pero la ciudad en sí es muy manejable. Es, por decirlo de algún modo, como Sevilla: tiene algo especial. Allí nos encontramos en una Nike Store de Union Square, el centro de la ciudad, con un culé que se enorgullecía del triplete, al que Carlos le rebatió adecuadamente con la distancia que aún tienen que recorrer para alcanzar la Historia de algún otro club español. Y aluciné con Fisherman's Wharf, los antiguos muelles pesqueros que reconvirtieron en zona comercial y que, aunque quiera hacer una comparación con nuestro Palexco y Centro de Ocio, no puedo: más que nunca, aquí las comparaciones son odiosas. Es impresionante el tinglado que montaron allí, para turistas, sí, pero con una calidad que tira de espaldas. Para perderse un par de días, sólo allí. Sin embargo, Los Ángeles, tal y como preveía también, nos dejó fríos: es una megalópolis tan grande, con unas distancias tan enormes de un barrio a otro, que abruma. Además, el downtown o centro es desangelado, y perdón por el juego de palabras. La calle Broadway y aledaños es la parte histórica de la ciudad, aunque ya se sabe lo que quiere decir histórico en USA: cien años de antigüedad, o sea, del siglo XX. Sólo hay hispanos, y se ve una zona un poco deprimida. Al igual que Hollywood Blvd., que me decepcionó un poco. No así Santa Mónica o Venice Beach, que son ciudades dentro de otra ciudad y que tienen una pinta de ser de gente bien, como de Juan Florez, que no veas. Eso sí, la gente es igual que en la costa este: se desviven por agradar.
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Tengo que mencionar Las Vegas, aunque ya de entrada debo decir que no es mi rollo: cuando estaba allí todo me parecía lujo, glamour y desmesura, y sin duda lo es; pero una vez que ya estuve, me parece un lugar de otro planeta. Es difícil de explicar Las Vegas: no soy capaz de describir sus casinos, ni los hoteles que los acompañan, ni el ritmo de la ciudad de forma adecuada. Me refiero al Strip, donde se concentran los casinos modernos como el Bellagio, el Paris o el Caesars Palace: el downtown de Las Vegas, la zona de Freemont Street y alrededores, que es donde nació todo, ahora está intentando recuperarse, pero de noche parece que aún es una zona peligrosa. En la que se perdía Nicholas Cage en 'Leaving Las Vegas', para ser más preciso. Pues eso: es un lugar que me ha hecho reflexionar. Por explicarlo de algún modo, es como si el Infierno se disfrazase de Cielo: un lugar en medio del desierto que parece habitado por ángeles, pero no es eso lo que hay. Y estoy seguro que cualquier ser humano confundiría los dos sitios, Cielo e Infierno, en Las Vegas. No es mi rollo. Eso sí, vaya buffet, el del Wynn...
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Ahora, a preparar el siguiente desplazamiento. ¿Anchorage? ¿Japón? ¿Sudáfrica, por el Mundial? Cualquier sitio vale: el mundo es muy grande, y una vida no da para verlo todo.
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Finalizo dejando algunas fotos que sacamos con el móvil; y con mi agradecimiento al otro Viajero de Monte Alto: sin él, yo no hubiese podido vivir esta maravillosa experiencia.
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Gracias, amigo mío.
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El Air Train del JFK a Manhattan
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El aeropuerto McCarran, de Las Vegas
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Un poster original de LOST, en Fisherman´s Wharf, firmado por los protas. 1.399 $
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Una foto ante el Golden Gate, y la siguiente ante el edificio Transamerica Pyramid
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Detrás estaban las Torres Gemelas
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No todo fue comida basura: unas ensaladas en el Boston´s, de Long Beach, California
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Varios modelos de Nike Scottie Pippen: en Europa no los venden
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domingo, 14 de junio de 2009

Días 11 y 12: Los Ángeles y Nueva York (again)

Nuestros dos últimos días en USA transcurrieron entre la zona de Los Ángeles y Nueva York. El jueves nos dimos una caminata por la playa de Santa Mónica hasta la vecina Venice Beach, famosa por las espectaculares patinadoras que suelen poblar su paseo. Nosotros fuimos muy temprano, y por desgracia no abundaban; pero las dos playas son espectaculares. Eso sí, la colonia de personas sintecho es enorme, aunque como creo que ya dije en otro sitio parecen estar plenamente integrados, y no se meten con nadie. Desayunamos frugalmente y cogimos el coche hacia el centro de Los Angeles; allí nos fotografiamos en el Staples Center, donde juegan los Lakers, y recorrimos Broadway St. hasta localizar el edificio del número 301, donde se rodó el final de Blade Runner. Es una ciudad muy distinta a Nueva York, desde luego, y la zona centro tiene poco que ofrecer al turista; así que nos desplazamos a Long Beach, que estando dentro de Los Angeles dista del downtown unos cincuenta kilómetros, donde comimos en el Boston´s, muy bien, aunque sin abandonar la comida típica americana. Por la tarde presenciamos en el aeropuerto el 4º partido de la final de la NBA, con un ambientazo de la leche, antes de coger el avión que nos llevó hasta Nueva York, donde pasamos el último día de nuestro viaje. En primer lugar nos entretuvimos un par de horas en el Century 21, un centro comercial tipo Saldos Arias, pero a lo bestia, con unos precios que son difíciles de explicar para el europeo. Salimos con algunas bolsas y nos dirigimos Broadway arriba hasta la 5ª Avenida, en un largo paseo con descanso en varias tiendas de ropa y calzado, y en la mejor tienda de cómics del mundo: Forbidden Planet; nuestra última visita fue a la NBA Store, y ya nos despedimos de la ciudad de los rascacielos y del país para enfilar el aeropuerto JFK. Y, desde allí, a casa, a donde llegamos el sábado 13 poco después del mediodía con un cansancio impresionante y hechos un desastre físicamente.
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Cuelgo las últimas fotos y vídeos del viaje, y cuando descanse un poco, porque aún me duran los efectos del jet lag, escribiré mis impresiones del (estupendo, por avanzar algo) viaje, un poco más en frío.
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¡Abur!
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Jueves 11, en Los Ángeles:







Viernes 12, de vuelta a Nueva York:







jueves, 11 de junio de 2009

Día 10, Los Ángeles: una Estrella en Santa Mónica

Décimo día de viaje. Nos fuimos de Oxnard en dirección a Camarillo, donde había unos outlets enormes en los que, desgraciadamente, nos dejamos la pasta. A ver cómo hacemos mañana para meter todo en cuatro maletas y dos bolsas que llevamos... En fin. Enfilamos por la 101 Los Ángeles, ciudad enorme donde las haya, tiene ochenta kilómetros de este a oeste y algo menos de norte a sur; directamente nos fuimos a Hollywood Boulevard, donde está el Kodak Theater, que es donde entregan los Oscar, a sacarnos las fotos de rigor con las estrellas del Paseo de la Fama. No sé, me pareció una zona un poquito cutre: mucho homeless, mucha pinta rara, aparte de los turistas, tiendas con muy poco glamour... Además, la parte este del boulevard y la de Sunset parecían muy deprimidas, de muy baja calidad en todos los sentidos. Comimos en el centro comercial del teatro (hamburguesa, patatas y aros de cebolla; qué ganas tengo de volver a mi rutina...) y luego nos dirigimos a Beverly Hills por la avenida Wilshire, que medía unos 20 kilómetros, para pasar por Rodeo Drive, que sólo vimos de refilón. Y llegamos a Santa Mónica tras el que supongo normal atasco angelino, lugar precioso y que presume de ser una especie de República Independiente de Los Ángeles. Además, es donde se filmaba la serie 'Los vigilantes de la playa', lo que le da un valor añadido... :-) Tiene una colonia de sintecho muy grande, pero se observan de otra manera: no dan la lata, y la gente parece convivir con ellos. Nos alojamos en el motel Pacific Sands, en pleno downtown de la ciudad y en plena playa también. Situación absolutamente envidiable, pero el motel es la cosa más horrorosa que he visto en mi vida. En todo caso, nos permitió dar un buen paseo por Promenade Dr., que parece ser que es la única calle peatonal de todo Los Ángeles y que es una verdadera maravilla, en cuanto a locales, restaurantes y ambiente. Tomamos una Estrella Galicia en un restaurante español, otra en Hooters, y cenamos en un restaurante muy cuco de Wolfgang Puck, tipo que parece estar muy de moda en USA.
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Mañana ya iniciamos el regreso de nuestro viaje, aunque espero que nos de tiempo a pasar por Venice Beach y por el centro de Los Angeles, antes de devolver el coche en el aeropuerto. Nos quedan unas 48 horas por delante sin apenas dormir, ya que volamos de L.A. a N.Y. de noche, pasaremos un día allí (Dios mío, más compras...) y después volamos, también de noche, a Madrid. Así que supongo que esta será mi última entrada en este blog, desde los Estados Unidos; aún así, colgaré las últimas fotos, vídeos y opiniones cuando ya esté de vuelta, en casa.
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¡Un saludo a tod@s!
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miércoles, 10 de junio de 2009

Día 9: de San Francisco a Los Ángeles por Big Sur

Martes, día 8, y octavo día de nuestro viaje. Dejamos atrás la ciudad de San Francisco para dirigirnos al sur, en dirección a Los Angeles. Antes de salir, y tras un desayuno de esos tan típicos norteamericanos (huevos, tortitas con mantequilla, salchicha, bacon, grasa, aceite, zumo y litros de café), pasamos por unos almacenes que nos recomendó precisamente la que nos sirvió el breakfast; había vaqueros Levi´s y Lee a 7,99 $ más taxes (unos 6,80 € total), originales, nada de imitación, camisetas desde 1 pavo, juguetes de Barbie y Hanna Montaña, por poner un ejemplo, desde 4 dólares, y cosas así. Yo me compré una rodillera por 60 centavos y dos pantalones de deporte a 3,99, y Carlos cosas similares. No quisimos comprar más, porque ya tenemos un problema de espacio enorme en las maletas; así que nos piramos y nos metimos en la highway 280, dirección sur hacia Monterey y Carmel, y luego cogimos la 1 south, que transcurre por la costa y que llaman la Big Sur. Es impresionante: la carretera corta la montaña formando unos acantilados de la leche, hay unas playas preciosas y las áreas de servicio son como todo en este país: superprofesionales, orientadas a que consumas y que te ofrecen de todo. En una de ellas comimos una hamburguesa de búfalo, muy rica dentro de lo que cabe, con la atención de siempre. Más colesterol corriendo por mis venas... ¡qué ganas de volver a mi rutina alimenticia! Eso sí, los 200 kilómetros de la carretera se nos hicieron eternos, con tanta curva. Después paramos en Santa Bárbara, para ver un rato del partido entre los Lakers y los Magic: es una pequeña ciudad de 40.000 habitantes, pero que ocupa la extensión de una de medio millón: la casa más alta del centro tiene dos plantas. Tiene pinta de ser como la describían en la telenovela aquella tan famosa: una calidad de vida altísima. Luego continuamos hacia Ventura y la población cercana de Oxnard, también de caliduti, donde nos alojamos en el motel Vagabond Inn.
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Mañana, si no hay novedad, continuaremos hacia Los Angeles (estamos a unas 60 millas, unos 100 kilómetros) y nos daremos una vuelta por Venice Beach, Malibú, Hollywood Boulevard, Sunset Boulevard... ¡y a ver si damos con algún famosillo!
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Poco a poco se acerca el final del viaje, y aunque las conclusiones hay que sacarlas cuando volvamos a casa... de momento debo confesar que está cumpliendo todas mis expectativas de sobra. Este parece un país estupendo, la gente es absolutamente increíble en todas partes y es tan grande que se necesitan muchas visitas para conocerlo. Así que, hablando en propiedad... se acerca el final de mi primer viaje.
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;-) ¡Hasta mañana!
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martes, 9 de junio de 2009

Unos vídeos de San Francisco

Aquí dejamos cuatro vídeos cortitos del día que pasamos ayer en San Francisco: en la entrada de Chinatown, en Union Square, en el sitio en el que comimos en North Beach y en el Gonden Gate. Las fotos están en la entrada anterior:







Día 8: San Francisco

Un nuevo madrugón, un desayuno asqueroso en McDonald´s que estaba incluído en el precio del motel (y que quisimos aprovechar, de ratas), y emprendimos camino para cubrir una nueva etapa por el Oeste americano; que es otra forma de decir que tiramos millas hacia adelante. Tras tres horas desde Fresno llegamos, por fin, a San Francisco, a la que entramos por el Bay Bridge, sobre la bahía, con unas vistas maravillosas de la ciudad. Nos alojamos en un motel del centro, y comenzamos nuestra visita por Chinatown, el barrio chino por excelencia en todo el mundo: allí todo es para los chinos, incluídos los bancos, que tienen su publicidad en mandarín. Muy animada la zona, calle Grant y alrededores. Luego nos acercamos al corazón de la ciudad, Union Square, llena de tiendas de lujo (también está Zara, que no es de lujo, pero sigue queriendo aparentar, al menos en el extranjero...) y de yuppies. Muy bonita también. Luego recorrimos North Beach, el barrio italiano, con un montón de restaurantes del que elegimos uno pequeñito y muy cuco, recomendado por la guía Michelín y que resultó majete. Lo regenta un chica austríaca que conocía un poco España, al haber estado en Canarias, con la que departimos un buen rato al acabar de comer. Simpática. Después vino la obligada visita al Golden Gate, majestuoso, icono reconocible de mil películas de cine y que nos gustó mucho. Dimos un buen paseo hasta el centro del puente; no llegamos al final porque hacía un viento de mil demonios, y tampoco era cuestión de luchar contra él. Nos hicimos mil fotos, incluídas las de la mejor vista de San Francisco que se obtiene desde allí. Más tarde descubrimos, un poco por casualidad, una zona espectacular de la ciudad: Telegraph Hill, entre North Beach y el Embarcadero, una ladera de una de las muchas colinas de la ciudad llena de pequeñas y lujosas casas rodeadas de verdadero bosque, y comunicadas de arriba a abajo y a los lados por unas pasarelas de madera que le dan a la zona un aire rústico fabuloso; y que, seguro, incrementan su precio considerablemente. Finalizamos el día con una visita al increíble Fisherman´s Wharf, un centro comercial donde estaban los antiguos muelles de pesca, y del que tendrían que aprender todas las ciudades del mundo que quieren recuperar terrenos portuarios para sus habitantes. Empezando por la nuestra, evidentemente: sólo comparar el Centro de Ocio de El Puerto con lo que hoy vimos, dan ganas de llorar. Hay una tienda de memorabilia de cine que tira de espaldas, con fotografías de un montón de películas firmadas por todos sus protagonistas, como Star Wars, de la que tienen todo el merchandising imaginable, El Padrino, Supermán, Scarface, Watchmen; series de televisión como Perdidos... Para gastarse ahí el sueldo de toda la vida, en serio.
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En fin, que San Francisco, tal y como esperaba, y aunque sólo vimos los lugares más característicos, es una ciudad moderna y muy a la europea, como se puede leer en cualquier guía, pero sobre todo es una pequeña obra de arte urbana en un entorno natural absolutamente espectacular. La gente parece muy abierta, es tan educada como en el resto de Estados Unidos, y eso sí: sus calles más empinadas son tal y como se ven en el cine, auténticas paredes verticales. Y... ¡hace un frío de mil demonios! Hay una frase que se atribuye a Mark Twain que dice: "El invierno más duro que he pasado en mi vida fue un verano en San Francisco..."... y a fé que, por lo experimentado hoy, es bien cierta.
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Mañana comenzamos nuestra aproximación a Los Ángeles vía Big Sur, la carretera costera que serpentea entre Monterey y las playas cercanas al sur de California. Creo que es algo digno de ver, por las informaciones que tenemos. Y después vendrán Santa Mónica, Malibú, Hollywood, Sunset Boulevard...
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Ah, qué dura es la vida del viajero...