Cuaderno de viajes de dos trotamundos del más coruñés de los barrios

jueves, 4 de junio de 2009

Día 3: Más Manhattan: Soho, Village, Little Italy y Chinatown

Seguimos alucinados. Y cansados de tanto patear: ayer nos acostamos a descansar cinco minutos por la tarde, como puse por aquí, y nos despertamos a las cuatro de la mañana... Ni cena en el Meatpacking, ni hostias. A las cinco nos fuimos al gimnasio, a eliminar toxinas, y volvimos a salir temprano; nos dimos un buen rulo por Broadway St. hasta Chinatown, el SoHo, NoLiTa, otra vez Times Sq, la calle 42... Mucho ambiente por Canal St, Houston St, pero sobre todo en el sur de la calle Broadway: hay tanto donde comprar y gastar la pasta que nos hicimos la promesa de resistir la tentación, al menos por ahora. Comimos en un precioso italiano de la calle Mulberry (Da Genaro), en plena Little Italy, una pizza entre los dos, Carlos unos spaghetti a su gusto y yo unos raviolis rellenos de langosta con la mitad de otra langosta de acompañante. Hay que cuidarse, que decía mi abuelo. De todas formas, le queda poco de italiano a la zona: la vecina Chinatown se la está comiendo poco a poco. Dicen que los chinos tienen mucho más dinero... Luego, mientras Carlos atendía un asunto, yo me fui hasta la sede de la ONU y, atravesando por la 42, hasta el margen oeste de la isla, por los piers de Chelsea, pero llovía a mares y no pude disfrutar del paseo como es debido. Llegué empapado de pies a cabeza al hotel. Tras asearnos, nos acercamos por fin al Meatpacking, en donde ciertamente vimos que era una zona muy recuperada, con locales preciosos y reformados, pero también estaba claro que eran sitios de ambiente gay, con lo que nosotros allí no hacíamos nada (lo juro). Nos volvimos hacia Times Square y allí nos sentamos en medio de la plaza, en unas silas que habilita el ayuntamiento a ciertas horas, a observar como tontos las espectaculares luces de neón de los edificios.
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Lo mejor del día, sin duda, la subida a la cima del Empire State Building. No íbamos a ir, pero el hecho de pasar por allí y ver que no había nadie nos animó, y en cinco minutos nos plantamos en la planta 86. Puedo decir, sin temor a exagerar ni equivocarme, que desde allí se ve el mundo de otra manera. Eso sí que parece tocar el cielo con la punta de los dedos...
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Aquí van unas fotos:
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